Cuando era joven y libre y mi imaginación no tenía límites,
soñaba con cambiar el mundo. A medida que crecí y me volvía más sabio,
descubrí que el mundo no cambiaría,
así que recorté mis expectativas y decidí cambiar sólo mi país.
Pero eso también parecía inalcanzable.
Cuando llegué al atardecer de mi vida,
en un desesperado y último intento, me conformé sólo con cambiar mi familia y a los más allegados,
pero, (qué pena!, no quisieron saber nada)
Y ahora, tendido en mi lecho de muerte, me he dado cuenta de repente que si me hubiera cambiado a mí mismo, podría haber cambiado a mi familia con mi ejemplo;
y que a través de su inspiración y apoyo, podría haber hecho algo más por mi país.
Y -quién sabe- hasta podría haber cambiado el mundo...
(Cripta de la Abadía de Westminster, 1.100 d. C.)
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario